Ordinary Man, ya decimosegundo álbum en la carrera de Ozzy Osbourne, llega a nuestras manos luego de una década que vio al Príncipe de las Tinieblas pasando por mil emociones encontradas. Pasaron casi diez años desde Scream, el último álbum solista del cantante, pero no se crean que ese tiempo lo pasó en silencio: con 13 y la gira que le siguió, Ozzy, Iommi y Butler le dieron punto final a la carrera de Black Sabbath, que tuvo un sabor agridulce por la ausencia del baterista Bill Ward al no poder llegar a un acuerdo económico. Y el 2019 arrancó con el cantante sufriendo una caída en su casa que le sacó de lugar unos implantes que tenía por otro accidente de 15 años antes, provocando que cancelara todas sus presentaciones en vivo por el resto del año, pero también tuvo a "Take What You Want", su sorpresiva colaboración con el rapero Post Malone que lo vio volviendo a los charts de las radios por primera vez en tres décadas, marcando un récord.

Con esto en mente y más allá de la opinión que uno pueda llegar a tener acerca del material que viene sacando, el hecho de que estemos hablando de Ozzy Osbourne sacando material nuevo en 2020 es una muestra de la capacidad del ser humano para sobreponerse a las circunstancias... y a la habilidad del circulo cercano al cantante para llevarlo adelante, claro está. E incluso si hablamos de las controversias del cantante a lo largo de su carrera (y no me refiero a nada relacionado con murciélagos ni nada por el estilo, sino a la manera en la que los Osbourne han tratado a los músicos relacionados con el cantante), hablamos de un legado que es de respetar.

El hecho de mencionar sus problemas de salud viene a cuento porque la mortalidad es un tema que recorre casi todo Ordinary Man: casi todas las canciones tratan acerca de la muerte, el paso del tiempo y los recuerdos. Claramente Ozzy tuvo mucho tiempo y razones para pensar acerca de esos temas en los últimos meses, habiendo confesado que se sentía morir cuando sufrió la caída en su casa. Esta constante hace que a veces sea difícil escuchar el disco todo seguido, sobre todo si a uno le importa Ozzy como persona, algo que recuerda a los últimos discos de Johnny Cash salidos poco antes de su muerte. No interpreten como que creo que Ozzy vaya a morir el día de mañana, pero claramente el cantante tuvo el tema presente, y se nota.




"Straight To Hell" da inicio al álbum con unos coros angelicales, que dan paso un riff bien pesado y un Ozzy que gritando un "Alright now!" que es una obvia referencia a "Sweet Leaf" de Black Sabbath. Este es un track que da un comienzo más que decente al álbum: los riffs suenan clásicos sin sonar como refritos, y aunque Ozzy demuestra cada año de vida en su voz (incluso con la magia de estudio que debe haber alrededor de ella) y encima esta suena excesivamente alta en la mezcla, sigue sonando como Ozzy, además de que los teclados (a cargo del músico pop Charlie Puth, un nombre llamativo en los créditos) dan buen apoyo. Claro que todo esto será mientras uno no le ponga mucha atención a las letras: es difícil hacer que una línea como "haré que grites / haré que defeques" suene bien en cualquier contexto donde se entienda (y más todavía cuando es una de las primeras), y Ozzy tendrá el estatus de un dios pero sus poderes humanos siguen siendo limitados, además de que al solo de guitarra, a cargo de Slash, le falta trabajo siendo que suena como un rejunte de notas aleatorias pasadas a través de un wah-wah.

"All My Life" es una suerte de balada pesada, donde Ozzy refleja sobre los momentos y errores más oscuros de su vida. Este tono reflexivo, donde el cantante inglés demuestra su experiencia de vida, va a ser algo casi constante, algo obvio siendo que Ozzy seguramente tuvo mucho tiempo para pensar acerca del tiempo que le queda durante este último año. Un arranque con guitarras acústicas y un medio tiempo pesado crean una canción decente, aunque genérica, para agregar al catálogo del vocalista, aunque no destaque en ningún aspecto.

"Goodbye" es otra canción pesada que retoma el concepto infernal de la primera canción, pero mientras "Straight To Hell" lo hace de la típica manera jocosa y "ac/dcera", esta tercera canción lo hace desde una visión e imágenes mucho más oscuras, donde el optimismo de una frase como "Todos mis amigos me están esperando" se ve contrastada con la siguiente "Puedo escucharlos suplicando ayuda". Esto se ve complementado con los riffs más pesados hasta el momento, con mucho power chord machacado y con un sonido relativamente moderno, casi con un estilo "stoner". Esta es la canción más larga del álbum, pero es fácil ver que esto tiene un sentido de desarrollo, dando lugar a uno de los mejores momentos del álbum.



Una balada de piano orquestada como es "Ordinary Man" no debería sorprender a nadie que sepa del fanatismo de Ozzy por los Beatles y por John Lennon en particular. Con la participación de Slash de vuelta en la guitarra y con Elton John aportando piano y voces, esta es por lejos la mejor balada del álbum. Incluso con la edición que se puede sentir en las voces tanto de Ozzy como de Elton, se apoyan en una letra sentida, donde Ozzy nuevamente reflexiona sobre el pasado y su llegada a la fama, y sus miedos acerca de que esta sea pasajera y sea olvidado inmediatamente después. Y ya que estamos, la referencia a "You Can't Kill Rock N Roll" suena mucho mejor que la referencia en la primera canción, más que nada porque no se siente tan forzada.

"Under The Graveyard" es una canción de estructura clásica para Ozzy: más guitarras acústicas, una batería que retumba y un Ozzy que reflexiona acerca de su propia mortalidad, algo que pega más si uno considera que lo más seguro es que este sea su último álbum y que su lucha contra el Parkinson lo deje no imposibilitado para cantar. Mucho se ha hablado acerca de esta canción, siendo que fue el primer adelanto del álbum, pero para hacerla corta me parece una canción decente en el contexto del álbum, aunque esté de muy lejos de ser de las mejores canciones pesadas del Madman.

"Eat Me" arranca la segunda mitad del álbum cortando un poco con la onda miserable de las letras, aunque no necesariamente con la temática mórbida, siendo que debe ser la descripción más jocosa del canibalismo desde "Mein Teil" de Rammstein, aunque en este caso es el narrador el que es comido. Nada súper especial acerca de esta canción, hasta diría que es de las peores del álbum, pero tiene cierto tono "kitsch" que a alguien le sacará una sonrisa: esto no es Cannibal Corpse ni nada por el estilo, y una letra como "estoy en el menú / no te voy a dar indigestión / incluso vengo con postre" demuestran que Ozzy no se estaba tomando súper en serio el concepto, ni tampoco debería.

"Today Is The End", ya desde el título, es una vuelta a los escenarios más oscuros de canciones anteriores. Las descripciones de terror se ven mezcladas con un medio tiempo lento, de lo más doom del disco por momentos, y el hecho de que el sentido apocalíptico de la canción sea más general que personal bien puede considerarse algo de aire fresco luego de semejante seguidilla de lamentos en las canciones anteriores. De lo mejor del álbum.




"Scary Little Green Men" sigue con el tono menos serio de esta segunda mitad, siendo una canción no sólo acerca de la posibilidad de la existencia de los aliens, sino de que estos estén viviendo entre los seres humanos. Otra canción clásica para Ozzy, con un estribillo explosivo y samples ridículos de películas de ciencia ficción de los cincuentas. Por lejos la mejor canción "en broma" del álbum, mucho mejor que "Eat Me" en que las letras logran el mismo efecto sin que necesariamente den vergüenza ajena. Si uno puede soportar una canción de Rob Zombie, entonces puede soportar esto.

"Holy For Tonight" es el último golpe de miseria del álbum, y a esta altura ya debería cansar otra canción donde Ozzy piensa en su muerte (obviamente el Madman puede hablar de lo que quiera, pero hablo desde la visión de un oyente), pero al igual que en "Today Is The End" el escenario funciona al cambiar un tanto el contexto, siendo que varias referencias indican que el narrador es un condenado a muerte. De las baladas del álbum, esta es la mejor junto a "Ordinary Man", teniendo unos coros, un piano y solo que me hace pensar que no sonaría fuera de lugar en un álbum de Queen.

"It's A Raid" es la canción más rápida y pesada del álbum, una colaboración junto a Post Malone claramente hecha para las presentaciones en vivo que líricamente parece la canción  más confusa del álbum (uno pensaría que no sería tan complicado con un concepto tan simple), pero que termina siendo de los mejores momentos por el simple hecho de tener la velocidad que le falta al resto. Es una canción "divertida", que no se toma nada en serio, y Ozzy lo sabe.

El álbum podría haber cerrado ahí, con la devolución de favores a Post Malone, pero Ordinary Man decide cerrar con "Take What You Want", la canción del rapero en la que Ozzy participó cantando en el estribillo y que también incluye a Travis Scott (a no confundirse con Scott Travis de Judas Priest, claro está). Es una canción más que decente, pero con la poca presencia de Ozzy y la base de trap rap hablamos de una canción que suena completamente fuera de lugar con el resto del álbum, metida con calzador al final del disco.

Siendo que ya recorrimos todas las canciones del álbum, vamos a hablar acerca de algunos aspectos más técnicos, comenzando con la producción. Siendo que Ozzy es un artista completamente mainstream, el hecho de tener un sonido muy "moderno" no debería sonarle extraño a nadie ni es necesariamente criticable sólo por ser lo que es, pero lo que si es criticable es que haya cero dinámica o espacio en cómo está mezclado todo: si uno toma el disco y lo ve en un programa de edición de audio, verá que las ondas apenas tienen variaciones, como si fuera un bloque de audio de 49 minutos. Este "brickwalling" afecta a todo el disco, y sin sonar tan mal como Death Magnetic de Metallica sigue siendo una pena que el productor Andrew Watt, quien trabaja más que nada con Post Malone y cuya experiencia produciendo rock se limita al último álbum de Blink 182, no haya podido pulir mejor el sonido de Ordinary Man.

Y ya que hablamos de Andrew Watt, quisiera señalar que no sólo se encargó de producir el álbum, sino que se encargó de la guitarra a lo largo de todo el álbum y también tiene créditos de composición. Obviamente no es un mal guitarrista (uno no forma parte de un supergrupo junto a nada menos que Glenn Hughes y Jason Bonham si no tiene lo que se necesita con las seis cuerdas) pero a lo largo del álbum es imposible no pensar en cuánto mejoraría el álbum si tuviera a alguien con más personalidad encargado de los riffs: tendrán sus detractores, pero Zakk Wylde o Gus G. bien podrían haber ocupado mucho mejor semejante puesto, porque después de escuchar el álbum cerca de diez veces es complicado recordar algún riff en especial. Lo mismo se podría decir de Chad Smith y Duff McKagan, que cumplen perfectamente con sus roles y tienen sus respectivos curriculums impresionantes, pero no se destacan. Si simplemente hubieran usado a la banda en vivo de Ozzy, que le viene haciendo el aguante desde hace años (y que, con excepción de Zakk Wylde, estuvieron presentes en su último álbum), las cosas habrían sido mucho mejores. Seguramente esto haya sido una idea de Sharon Osbourne, considerando el trato que tuvo con músicos de la banda anteriormente.

Sin ser un mal álbum, Ordinary Man se siente como un punto final no del todo digno para la carrera de una de las figuras más influyentes de la historia del heavy metal. Con varios elementos que no terminan de encajar como deberían y una presentación que deja que desear, no levanta mucho con respecto a los últimos discos del Madman. Sin embargo, algunas de las canciones, sin llegar a alcanzar a los clásicos grabados en placas anteriores, demuestran algo de esa chispa que Ozzy supo tener en su momento.
Con tecnología de Blogger.