No existe una definición única del metal, ni los músicos más heavys tienen un consenso, cinco décadas después muchos se matan por decir qué bandas son o no son metal, pero no cabe duda de que el origen es cuando Tony Iommi comenzó a tocar los acordes del diablo.


El pacto con el diablo que hizo Geezer Butler cuando todavía practicaba rituales de magia negra y culto dio esa imagen tenebrosa a este movimiento musical que tanto amamos. Según cuenta él una figura negra y malévola se le apareció en medianoche. El bajista no tuvo mejor idea que contárselo a Ozzy Osbourne, el mismo que le había dado un libro ocultista aquella noche y así comenzó a maquinar la letra a la canción Black Sabbath.

Ya habían bandas con guitarras distorsionadas que incluso ya eran populares, pero esto marcó el inicio de una era en donde una generación de desadaptados que no encajaban en la sociedad podían identificarse y sentirse parte. Además, de poder desplegar todo su talento o tal vez descargar toda la ira interna.

Invocaban al diablo, asustaban a muchos con su música, los vetaban de los recintos, los críticos los hacían añicos, pero nada de eso les importaba. Siguieron fiel a su estilo asustando a muchos e inspiraron a millones de músicos que siguieron esta corriente que sigue vivo a pesar de que ya dieron el adiós definitivo incluso antes de cumplir los 50.

Black Sabbath es la banda que inició con el chispazo de fuego que desencadenó todo un movimiento que hasta hoy perdura y se sigue escribiendo un sin límite de capítulos de la historia de la música desde ese 13 de febrero de 1970 en donde un álbum con la tapa de una mujer tenebrosa y de fondo el molino de agua de Mapledurham asechó los anaqueles de las discotiendas impactando a más de uno.




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